
La fobia a la sangre (hematofobia) consiste en un miedo intenso e irracional a las heridas, jeringuillas, hospitales y cualquier hecho relacionado con la sangre, tanto propia como ajena. La persona al exponerse a ella sufre un alto nivel de malestar y puede llegar a sufrir mareos, nauseas, palidez y desmayos.
Gemma, diseñadora de 30 años de edad y que trabaja en Madrid, llega en febrero de 2018 a mi consulta contando numerosos relatos sobre lo mal que lo pasaba al tener que hacerse un simple análisis de sangre o al ver heridas, jeringuillas y cosas similares.
Una vez, cuenta Gemma, “fui al hospital a ver a una amiga porque la habían operado del brazo, ya sólo con entrar al hospital y sentir el olor mi cuerpo sabía que algo no iba a ir bien. Entré en la habitación y mi amiga empezó a contar cómo había sido la operación, con detalles incluidos, y de lo que le habían dicho los medicos, etc, y yo estaba sentada en una silla asintiendo e intentando no prestar atención… pero me fue imposible y en seguida empecé a encontrarme mal, con sudores fríos y mareos. Para huir de esa situación dije que me iba al baño a hacer pis, y lo único que recuerdo es que salí de la habitación y solo veía pasillos por todos lados, iba buscando donde sentarme hasta que por fin encontré unos sillones en una sala de espera y me quedé ahí durante media hora respirando hondo e intentando tranquilizarme”.
Esa vez Gemma reaccionó a tiempo y buscó la forma de sentirse mejor, pero no siempre le era posible. Cuenta que “otra vez fuimos al hospital porque yo estaba con las anginas fatal y me dolía mucho el estómago, entonces me pusieron en una camilla para hacerme un análisis de sangre y yo nunca miraba porque sabía que no podía hacerlo, pero en un momento la enfermera me hizo un comentario y al contestarla giré la cabeza y ví cómo me sacaba sangre del brazo… cuando acabó me levanté y apenas me dio tiempo a decir ‘que me caigo, que me caigo’. Sólo recuerdo a un grupo de unas 5 enfermeras venir corriendo hacia mi, y a continuación desperté en una camilla”.
Pero incluso viendo a una amiga hacerse un piercing también Gema acabó desmayándose. “Como sabía que no lo podía tolerar pues mientras le hacían el piercing yo miraba para otro lado, pero por un punto de curiosidad o no sé por qué, me di la vuelta y fue justo en el momento en que le metían el aro por el ombligo…, y ahí empecé a sentir mareos y cosquilleos por el cuerpo hasta que caí contra la pared hasta el suelo”, relata.
Gemma había sufrido de hematofobía desde que tiene memoria. Nunca había podido escuchar hablar ni de operaciones, de sangre, enfermedades, hospitales, veterinarios… Es decir, ni tener una conversacion sobre esos temas ni escucharla porque directamente su cuerpo reaccionaba, se le ponía una sensación en el estómago y se empezaba a encontrar mal. “Un malestar brutal de que se me revuelve el estómago y me entran mareos”, como ella lo cuenta. “Y antes cuando salían estos temas yo directamente cortaba la conversación, decía ‘por favor de este tema no quiero hablar’”.
Pero el peor trago lo pasaba cuando tenía que ver a familiares cercanos. “Una de las veces mi abuela estaba ingresada en el hospital, y mi madre me decía ‘tienes que ir por el pasillo todo recto y no mires hacia los lados’ (donde había camillas con pacientes), y lo pasaba mal porque yo quería estar bien, apoyar a mi abuela y estar con ella, no llegar ahí deseando salir corriendo y desaparecer de ese lugar lo antes posible”.
“Siento que me he quitado un peso de encima”
Abordar el proceso de quitar una fobia es como el fisioterapeuta que primero necesitar tocar donde duele para después saber dónde masajear.
Gemma cuenta que “Mariano de los Santos me dijo que me iba a mostrar un vídeo de internet de una persona a la que pinchaban para tomarle una prueba de sangre en un hospital y ya sólo con imaginármelo se me empezó a revolver el estómago”. Sin siquiera visualizar el vídeo Gemma ya había revivido la sensación que quería sanar, a partir de ahí comenzó la terapia.
Con técnicas de PNL y TIC Gemma fue reprocesando y sanando los momentos en su vida en los que había sufrido esta fobia hasta llegar a conflicto emocional raíz, y poco a poco, al final del proceso fue capaz de visualizar el vídeo. Primero por cachos, después completo. Y sintiendo, simplemente, indiferencia.
“Fue para mi difícil de creer que que había podido visualizar el vídeo. Y creo que superar esta fobia fue un camino, una transición hasta que me di cuenta de que lo había superado del todo. A medida que pasaban las semanas me iba dando cuenta de que realmente estaba siendo capaz de hablar de estos temas, aparecían imagenes en la tele de una operación y de sangre y no me sentía mal, o en documentales, etc. Y la prueba de fuego fue hacerme un análisis de sangre en el que pude ver todo el proceso, y salí pegando saltos de alegría de la clínica. Es un sentimiento de haberme quitado un peso de encima, de que lo he superado y que he ganado en autoestima”.
Pero mayor prueba de fuego aún fue cuando Gemma tuvo que ver a su padre en la UVI por un problema que tuvo. “Fue una super prueba para mi porque pude verle rodeado de cables y en un estado grave, fue una escena dura pero lo aguanté muy bien y estoy muy orgullosa de mi. Y pude estar todos los días en el hospital durante varios meses y ayudándole a ir al baño, etc, cuando antes todo eso era impensable”.
Gemma ha dado un pequeño gran paso en su vida. “Quiero dar gracias a Mariano por ayudarme a superar esta fobia, por tratar el tema con tanta delicadeza, por confiar en mi y porque ahora puedo vivir tranquila, hablar de todos estos temas sin miedo ni a desmayarme ni a sentir mareos y puedo estar tranquila y estar plena cuando en algún momento tenga que ir al hospital para apoyar a quien necesite de mi”.